Como cada miércoles la hora fue la extinción de una realidad distorsionada,
Que sólo por sueños se puede enlazar por un minuto.
Cuando vi el día caer lo esperaba con ansias.
Esperaba que pases por un saludo,
Escucharte sin mentiras,
Disfrutando de las cosas que fueron abnegadas,
Sin dejarnos de ver.
La vida que forjamos de repente en una realidad de fantasías,
Un país desconocido por momentos.
La creación de los pensamientos más recónditos de mi cabeza,
El contexto más bizarro de un sueño.
Era el mejor año, mes, minuto, segundo, instante,
Una serie de estaciones inventadas,
Convenciones que juntos realizamos,
Escuchando cada uno desde su lugar.
Era la manera más sencilla para poder recordar lo que no sucedió,
Un día más para esconderse del tiempo,
Para querer sin tristeza.
Ser libres de dibujar lo que queramos.
Donde estábamos menos solos que ayer,
Aquí, donde nos vemos, no nos vamos.
Buscando más imaginación de la posible,
Escribiendo más alegrías de las permitidas.
La lluvia corría hacia arriba,
No sé si de nosotros o de nuestro talento de soñar.
La brisa se hacía cada vez más tenue,
Como si la luz la limitara para no caer en la vergüenza del momento.
Estábamos ahí como lo recuerdo,
Día miércoles por la madrugada.
El sol no había llegado a otorgarle el vencimiento,
Y las estrellas sólo permitían que el sueño siga permanente.
Al despertar me di la posibilidad de no culpar al sol,
Dibujando un sueño a cada instante,
Haciendo realidad cada momento que soñé,
Me vi como cómplice y culpable.
Soy culpable de soñar cada momento,
Cada instante del que hacer diario,
De ganar minutos de mi vida creando el escenario perfecto,
Si, vivir es soñar a cada instante.