lunes, 22 de octubre de 2012

El último sorbo de un mate porteño

Era sólo un sorbo del último mate porteño,
La última sonrisa benevolente que no  jugaba a las escondidas,
No quitaba los ojos sobre mi, y yo no tenía miedo de buscarla. 

Como un hecho histórico se enfrentó,
Era la última gota, el último abrazo,
El último sorbo de una caricia verdadera.

De allí en más la caída era evidente, 
Como si cada pedazo pasara entre mis dedos,
Como si el agua ya no quisiera reírse por un minuto.

Los saludos cada vez eran más escasos,
Las cucharadas cada vez menos dulces,
Las conversaciones con menos contenido.

Llovía con fuerza, como si todo confluyera,
Como si todo fuese barrera,
Caminar en la calle era más difícil. 

Ya no queda dulzura, ya está bien amargo,
Es más, no tiene mucho sabor,
Y el último sorbo se presentaba.

Como dicen por ahí,
Aunque llueva a cántaros,
Nunca es tarde para comprar más mate. 

sábado, 25 de agosto de 2012

La sentencia del martirio

Levantando el martillo del martirio,
La herramienta de la ironía,
El juez entrega su última sentencia, su última palabra. 
Reían las flores escuchando al viejo con sotana,
Se escuchaban los sarcasmos de la televisión cada vez más cagada,
Se miraban asustados lo imputados de la inocencia.

 Zigzagueaban los sentidos,
Se sentía el aire más frío,
El martillo alzado con el aire de la última palabra. 
Quién sabrá si será él culpable,
O quizás un cómplice más de los vicios irremediables. 
No sabremos si será un Guevara o una Parra, 
Pero ojalá que no se quede callada. 

El sonido del martillo con la madera,
Una respuesta inconclusa llega. 
Al final sólo con la sentencia nos quedaremos,
Nacer en la plataforma de este mundo,
Cargado en egoísmo y ambición.
Quedarán dos caminos para aquel desde hoy,
Vivir con la mentira en la frente,
O combatirla por un mundo diferente. 

sábado, 26 de mayo de 2012

La Anécdota de un tintero

Riendo en dos pasos me la encontré,
Con su sonrisa caminando por mi ventana,
Sus ojos cafés brillantes mirándome fijamente sin explicar un por qué. 
Todavía no entendía la razón, me urgía una explicación,
Un sentido del simbólico encuentro,
Pero luego entendí que no era el día de aprender,
Sólo había que querer. 
Aún recuerdo la nubes de aquellas tardes de viernes,
Donde sólo nos sentábamos a hablar,
Mientras aquellas con el viento desaparecían, 
Y volaban con cada palabra que nos decíamos. 

Así recuerdo aún la última vez que la vi,
Yo me iba, no dijo nada,
Nunca decía nada, sólo yo hablaba,
Me gusta hablar. 
Así recuerdo que contaba mi sueño, 
Contaba mi viaje,
Restituía viejas historias,
Reía con mis historias,
Me gusta su sonrisa.
No dijo nada, no exigió nada, no pidió nada,
No era necesario decir algo, 
Sólo un abrazo salió de sus labios,
Ahí comprendí la expresión de aquella situación.

Me agradan las anécdotas,
No me gusta contarlas mucho para que no se gasten con la tinta de mi lápiz,
Pero me agrada cuando se quedan en la retina de mi tintero. 
Aquellos ojos cafés pasaron sollozando tocando mi puerta,
Lo que no sabían era que ya tenían la llave. 
Queda a la imaginación de esta anécdota cómo termina la historia,
Cómo cada fueguito puede construir la historia,
Una vez más me declaro sólo cómplice de tu imaginación y un siervo de esta anécdota.  

jueves, 19 de abril de 2012

Estación veinte

El entusiasmo de subir al tren en la estación 20,
El mismo que se reía de mis sueños,
Y del puño de recuerdos.
Se escuchaba el sonido peculiar,
A un andar lento,
Como si los rieles fueran a desaparecer por un minuto.
Como si yo me fuera a bajar por un segundo,
Sólo para desordenar la paciencia,
Esa misma que bajo los escombros de una ciudad penquista se quedaba.
Pero se olvidaba de la consecuencia que traíamos con nostros,
La misma que se vio florecer dos años atrás.

Aquella estación 20,
Inundada por un aire porteño,
Que daba vida a lo más pulcro de la ciudad,
Quizás, lo más limpio que podría encontrar.
Se me venían a la cabeza los recuerdos,
Sin añorarlos, se me venían,
Sin gastarlos con lágrimas, aparecieron,
Aquellos sólo comparables con la hoja del otoño penquista.
Todo se adormecía a mi alrededor por momentos,
Giraba en torno a los recuerdos que se me venían,
Todo se convertía,
Como un horrible sueño, como el mejor de los deseos.

La estación 20 donde comenzó mi aventura,
Donde el caracol era más fuerte que mis miedos.
Es sólo el comienzo donde los recuerdos perduran,
Tan sólo la semilla de lo que comenzamos a sembrar.
Es la primera piedra del santuario que construiremos,
La primera puerta que abriremos.
La primera flor que nacerá en otoño,
El primer respiro de aire porteño.

Es mi estación 20,
La primera estación,
Y sin duda, no será la última.

miércoles, 25 de enero de 2012

La despedida

Los recuerdos y las risas se comenzaron a cerrar en ese momento, la despedida. Uno a uno fueron cayendo a mi mente los recuerdos con cada personaje de estas tierras penquistas que llevo conociendo dos años, algunos de ellos quizás jamás volveré a ver.
La ansiedad me seguía matando, la convicción me sigue empujando, la despedida esta a punto de hacerse presente. Uno a uno cada personaje estrechaba mi mano y con un "Que estés bien", un "Éxito" o un infalible "Cuídate" en conjunto con un abrazo. Las despedidas no habían comenzado ahí, una semana antes ya estaba presente, con su incomodidad en los brazos. Siempre la incomodidad presente con ese sentimiento de no saber qué decir, ni cómo reaccionar, sabiendo que tú eres el que te vas. Yo prefiero tomar mi mochila de recuerdos y el puñado de risas que obtuve por estas tierras que no olvidaré jamás, donde mi lápiz y mi papel jamás dejaron de funcionar.
La despedida es un hecho que la gente evita por lo general y creo que tienen razón, a mi en ese sentido la despedida tiene un valor significativo, resume los logros, lazos que armaste en un determinado lugar.
Hoy, mañana y pasado mañana, la despedida se hará presente, yo no la vacilaré, no escaparé de ella con excusas baratas. Creo que es la hora de despedirme de este lugar como corresponde, escribiendo y dedicándole unas palabras a una ciudad que le tengo mucho cariño, Concepción y en conjunto a la gente que conocí aquí.